Anoche, mientras pasaba el rato en aquel local, miraba a la gente. Miraba las caras, buscándote... Y a veces me parecía que estabas a mi lado. Luego volvía a mirar, y ya no estabas.
Pero yo seguía buscándote. No me rendía.
De vez en cuando, tu mano tocaba la mía. Pero era tan leve el roce que no estaba segura de si era real o lo había imaginado.
O me volvía para ver donde estaba mi mano... Y estaba en la tuya.
Pero, después de ver nuestras manos, levantaba la cabeza, y desaparecías.
Te esfumabas, como la pólvora al consumirse, como el humo al enfriarse...
Como el fantasma que eres en mi cabeza.
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