Lazuli subió sin prisas la escalera, y Folavril sintió que su corazón se despertaba. No latía más aprisa; al contrario, se estabilizó en un ritmo pausado, sólido y potente. Sentía enrojecer sus mejillas y suspiró de felicidad. Eso era vivir.
La hierba roja. Boris Vian.
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