martes, 15 de diciembre de 2009

Instante.

Ayer nevó, y hoy ha hecho un frío tremendo. Agradable.

Esta mañana iba andando a clase. Había salido unos minutos tarde de la clase anterior, y la siguiente iba a empezar enseguida. Por eso, iba con prisa.
El claxón de los coches sonaba fuerte desde la calzada. Una bicicleta bajaba con su rumbo imparable en dirección opuesta a la mía. La gente de alrededor andaba. Los estudiantes gritaban, reían, hablaban entre ellos. Un continuo sin cesar de movimientos, ruidos y voces.

Pero subiendo esa calle interminable, de repente, entre la gente, te he visto.

Creéme cuando te digo que el mundo se me ha parado en ese instante.
Y me he parado yo también, sin querer.
Al enfocar mejor la vista, me he dado cuenta de que no eras tú.
Y el mundo ha vuelto a funcionar como antes.

El claxón de los coches volvía, con su ruido sonoro, a oirse desde la calzada. La bicicleta, que volvía a moverse de pronto, pasaba por mi lado. La gente, silenciada hasta ese momento, volvía con sus voces a la vida.

Y yo, volvía a la realidad.

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