Grace:
Y él la correspondía. La amaba tanto que incluso los detalles que no eran especiales empezaron a serlo: la forma en que se golpeaba los dientes con el lápiz; la manera en que desafinaba al cantar en la ducha; el sabor de sus besos, por que el lobo sabía que eran para siempre.
Su memoria estaba hecha de escenas sueltas. Lobos arrastrándola sobre la nieve. Un beso -el primero- con sabor a naranja. Un adiós dicho a través de un parabrisas destrozado.
Su vida era una enorme promesa de todo lo que podía ocurrir: las posibilidades contenidas de un montón de solicitudes de ingreso en universidades, la emoción de dormir bajo un techo nuevo, el porvenir contenido en la sonrisa de Sam.
Era una vida que no quería dejar atrás.
Era una vida que no quería olvidar.
No estaba dispuesta a abandonarla todavía: me quedaban muchas cosas que decir.
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