Sam:
Su voz se aferraba a mí como queriendo recordarme la existencia de un mundo distinto. Estaba ebrio de su perfume. Me había acercado demasiado. Mis instintos me prevenían de hacer cosa semejante. La dulzura del verano en su piel, la cadencia casi familiar de su voz, la sensación de sus caricias. Todo mi cuerpo cantaba con el solo recuerdo de su proximidad. Estábamos demasiado cerca. Y no podía apartarme.
Grace:
Me quedé en la cocina, bañada en la luz oblicua de la tarde que entraba por la puerta del porche. Sentía una vaga tristeza. No veía a mi lobo desde el día en que lo había tocado, hacía casi una semana; su ausencia todavía me dolía, aunque sabía que no debía pensar en él. Era absurdo que necesitara su sombra en el borde del patio para sentirme completa. Absurdo, sí, pero irremediable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Huellas