Pero, cuando el sueño selló los párpados de Victoria, las pesadillas regresaron.En ellas volvía a ver a Jack cayendo a la sima de fuego, una y otra vez; la espada de Christian atravesándole el pecho, el dragón y el shek enfrascados en una pelea a muerte, tan irrevocable como lo era la salida de los soles por el horizonte cada mañana.Aquella noche, sin embargo, hubo algo distinto.Él le habló a través del anillo. Victoria lo supo al instante. Sus sueños se interrumpieron y su mente se llenó con la imagen de Christian, sus ojos azules mirándola con seriedad, tan misteriosos y sugerentess como la primera vez que se había contemplado en ellos.
-Victoria -dijo él.
-Vienes a mí. ¿Por qué?
-Ya lo sabes -respondió ella en sueños. -He de matarte.
-¿Es preciso?
-No hay otra salida.
-Si la hay. No puedo borrar lo que hice, pero sí puedo ofrecerte un futuro. Victoria, no te pido que me perdones. Te pido que no me obligues a enfrentarme a ti. Te pido que te quedes conmigo.
-No puedo darte lo que me pides. Lo sabes.
-Pero aún tengo esperanzas de que sí exista otro modo, Victoria. He venido a buscarte. Abre los ojos.
Victoria despertó de su sueño, bruscamente. Sintió una fresca presencia junto a ella, unos brazos que la rodeaban. Su cabeza reposaba sobre un hombro que ella conocía muy bien.
Memorias de Idhún. Tríada.
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