-¿Esto? No sé cómo lo llamareis en tu pueblo pero en el mío se llama gorro. Viene bien para que no se te enfríen las orejas.
-Qué barbaridad -exclamó Sam mientras se acercaba. Me rodeó la cara con las manos y se me quedó mirando-. Estás guapísima -me dio un beso, observó el gorro y volvió a besarme, y yo me hice la promesa de conservar aquel gorro toda mi vida.
Temblor. Maggie Stiefvater.
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