martes, 27 de abril de 2010

El Ángel de la Música.

“La pequeña Lotte pensaba en todo y no pensaba en nada. Pájaro de estío, planeaba en los rayos de oro del sol, llevando sobre sus rizos rubios su corona de primavera. Su alma era tan clara y tan azul cómo su mirada. Mimaba a su madre, era fiel a su muñeca, tenía mucho cuidado de su vestido, de sus zapatos rojos y de su violín, pero, por encima de todo, lo que le gustaba era oír, mientras se dormía, al Ángel de la música. Ese Ángel se había inclinado varias a sobre su cuna...
(...)
Y por eso existen pequeños prodigios que tocan el violín a los seis años mejor que hombres de cincuenta, cosa que habéis de confesar es muy extraordinaria. A veces el Ángel viene mucho más tarde porque los niños no son buenos y no quieren aprender el método, y desprecian sus gamas. En ocasiones el Ángel no viene nunca, porque no se tiene el corazón puro y la conciencia tranquila. Nunca se ve al Ángel, pero se deja oír por las almas predestinadas. Ocurre en el momento en que menos lo esperan, cuando están tristes o desanimadas. Entonces el oído percibe de pronto armonías celestes, una voz divina y se acuerda de ella durante toda la vida. Las personas que son visitadas por el Ángel quedan como inflamadas. Vibran con un temblor que no conoce el resto de los mortales. Y tienen el privilegio de no poder tocar un instrumento o abrir la boca para cantar sin dejar oír sonidos que avergüenzan por su belleza todos los demás sonidos humanos. Las gentes que desconocen que el Ángel ha visitado a esas personas dicen que tienen genio y sensibilidad.”




Incluso aunque no este aqui, mis oidos están llenos de sus suspiros...

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