La calle está gris. Llueve.
Del cielo cae una gota que suavemente, pero con violencia, se posa en su sien. Es una gota llena, hermosa, brillante, pura. Y poco a poco, inevitablemente, desciende por su mejilla hasta alcanzar su cuello.
Ese instante es tan fascinante y simple como la gota que resbala lenta, muy lentamente.
Y un pequeño reguero de agua y brillo permanece.
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Huellas